Sueño del esplendor

Luego de haber quitado hábilmente de una de las paredes de la sala  un cuadro tan grande como liviano, don Carlitos me mostró una escalera oculta en forma de caracol; me dió tres llaves diciéndome que con ellas abriera la puerta que estaba al lado izquierdo del último escalón, y se fue a descansar; no sin antes decirme que en la mesita de noche de la pieza había ginebra y tónicas en la nevera, pero que hielo sino quedaba.

A medida que ascendía recordé que cuando en la casa de la vuelta León de Greiff se había accidentado, rodando escaleras abajo, poco antes de llegar al segundo piso, sí le preguntaban qué le había pasado, decía que se había caído subiendo.

Al abrir la puerta encendí una luz y me sorprendió el lujo. Sentí tan cálida y acogedora la habitación que me pareció del estilo de los alojamientos que en la Universidad de Salamanca le dan a uno cuando se va a graduar como doctor, pues, habían sido, en el siglo XV, las viviendas destinadas a los miembros del séquito real en sus viajes.

Primer sueño

Década de los cuarenta: grandiosidad de la casa y del barrio Santa Fé

En aquel momento divisé y fui recorriendo, con mis sentidos muy atentos, una inmensidad que resultó ser Bogotá. La ciudad que acababa de celebrar su cuarto centenario, en medio de la alegría y orgullo de sus habitantes por ser de allí o estar relacionados con ella.

Vi periódicos y revistas en donde se decía que los servicios públicos mejoraban; se daba noticia de cómo aparecían a diario casas y edificios que podían ser de Londres, París o Viena, pero no: estaban en Bogotá, en Teusaquillo o Palermo. Oía que la gente decía por las calles “Es un tiempo de progreso urbano; la ciudad tiene un aspecto presentable, atractivo, y ofrece comodidad y belleza”.

“El plan regulador, el manejo del territorio que abarca la ciudad y el ordenamiento de toda la actividad pública y privada relacionada con la utilización del territorio y el asentamiento de la población, va a sacar del panorama desolado motivo de alegría, de salud y de belleza (…) 

…las ametralladoras que hoy hay en el Santa Fé, pueden tener su origen en aquellas

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Imágenes de los planos tomadas de la tesis inédita, Patrimonio y Prostitución. Memoria del Barrio Santa Fé, Mary Isbel Rodríguez Reyes, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2007

Luego me pareció estar en una amplia llanura que veía como desde una foto aérea. Podía ser la Quinta de San Antonio de la Azotea, que fue el enorme terreno de la familia Villalobos en el que los Ospina Pérez, en sociedad con los herederos Tafur-Villalobos, establecieron la Urbanización Santa Fe. Sabrá Dios, cómo les fue al aliarse con una empresa gerenciada por Mariano Ospina Pérez, a quien por esos años León de Greiff se refería como MOP, aclarando su significado en inglés.

 

También, en los años sesenta se decía que la primera en llegar a la luna no sería la NASA, sino los Ospina Pérez, que comenzarían a vender lotes, cuidados por doña Bertha con su ametralladora. Pero, bueno, eso fue después. Aunque las ametralladoras que hoy hay en el Santa Fé, pueden tener su origen en aquellas.

Folleto Promocional Urbanización Santa Fé

Apertura de vías, Manual de Urbanismo, K. Brunner, Bogotá, 1937

Proyecto Urbanización Barrio Santa Fé

Imágenes tomadas de la tesis inédita,
Patrimonio y Prostitución. Memoria
del Barrio Santa Fé, Mary Isbel
Rodríguez Reyes, Bogotá, Universidad
Nacional de Colombia, 2007

En los anuncios aparece detallado el plano del loteo del sector:

Vea, me mostraba Mary Isbel, a la Manzana 16 pertenece el lote de la casa del maestro León de Greiff. Carrera 16 A 23 – 35. Mire cómo se distingue el techo en ángulo y se ve la mezcla de materiales entre piedra y mármol, con arcos en la fachada como la casa vecina.

Y mostrándome desde arriba la casa del maestro y otras del barrio, la profesora de historia del arte me pedía que me diera cuenta cómo las diferentes formas y mezclas de materiales producéan una textura particular en cada edificación. Son objetos construidos con gusto, refinamiento, diversión, combinaciones, quizás caprichosas como las personas, cada edificación en el barrio Santa Fé tiene su propia piel, su propio tono, suave, contrastante o rugoso, precisaba Mary Isbel.

Y seguía diciendo, se trata de construcciones rigurosas pero, al mirarlas, y por el diseño y la composición de sus formas, se perciben como edificaciones con un movimiento rítmico; fácilmente se pasa la mirada de planos muy rectos a esquinas ondulantes, de superficies lisas a superficies surcadas, se fluye entre el ladrillo cocido, para terminar en especies de puntas que asemejan castillos o pretenden ser balcones.

Habitando lo construido y viviendo en la creación

La década de los cuarenta en el barrio Santa fé, fue básicamente de creación y de materialización de ideas. En este panorama, León de Greiff, desde su casa en la carrera 16ª # 23-35, es un ciudadano que relaciona hondamente su espacio íntimo con el espacio público dando a conocer sus creaciones.

León de Greiff cumple años; estoy en una de sus bibliotecas. Veo a Luis Cabal, a Eduardo y a Jorge Zalamea. Por todas partes hay libros, y discos, hojas de periódico en las que ha publicado, discos, revistas, discos y libros y libros. Es como si aquí se reuniera lo mejor del mundo creado por el arte tipográfico.

El maestro le agradece a Jorge Zalamea el regalo, y comenta que a las clases de redacción que ha empezado a dar en la Universidad Nacional, en reemplazo de su hermano Otto que va a viajar al exterior, está asistiendo Hernando Santos Montejo. El sabe que al periodista no le gusta su poesía, porque a lo mejor no se la han traducido al Castellano básico para que la pueda leer, dice, y todos se ríen.